BOSTON.-Un mal hábito que muchas personas pasan por alto en su vida cotidiana podría estar empujándolas, sin saberlo, hacia un futuro marcado por la demencia y el Alzheimer. Se trata de algo tan simple como común: dormir mal o dormir menos de lo necesario, una práctica frecuente en sociedades modernas donde las presiones laborales, el estrés y los compromisos diarios restan horas al descanso.
“Dormir no es una pérdida de tiempo ni un lujo: es tan esencial como comer bien y hacer ejercicio para la salud del cerebro”, enfatiza Andrew E. Budson, neurólogo, profesor en Harvard y miembro de la junta editorial de Harvard Health Publishing. El especialista advierte que las personas que duermen poco de manera habitual “están sometiendo a su cerebro a un deterioro silencioso que, con el tiempo, puede cobrarles una factura muy alta”.
Dormir menos de seis horas por noche puede duplicar el riesgo de demencia y muerte. Istock© Istock
Dormir menos de cinco horas: un riesgo mortal
Una de las investigaciones más contundentes fue liderada por Harvard Medical School con más de 2.800 adultos mayores de 65 años en el marco del National Health and Aging Trends Study. El seguimiento reveló que quienes dormían menos de cinco horas por noche eran el doble de propensos a desarrollar demencia y también a morir en los siguientes cinco años, en comparación con quienes mantenían entre seis y ocho horas de descanso.
Un segundo estudio, realizado en Europa con casi 8.000 participantes de países como Francia, Reino Unido, Países Bajos y Finlandia, arrojó resultados similares. Allí se comprobó que dormir seis horas o menos de forma constante a los 50, 60 y 70 años estaba asociado con un aumento del 30 % en el riesgo de demencia, frente a quienes dormían en promedio siete horas. La edad media de diagnóstico en este grupo fue de 77 años.
El cerebro se limpia mientras dormimos
Pero, ¿por qué dormir poco aumenta tanto el riesgo? Una de las hipótesis más sólidas está relacionada con la acumulación de la proteína beta amiloide, responsable de las placas cerebrales características del Alzheimer.
Durante el día, el cerebro produce cierta cantidad de esta proteína. Al dormir profundamente, las células neuronales se contraen y se abren espacios que permiten “lavar” y drenar los desechos, incluida la beta amiloide. Si no se duerme lo suficiente, este proceso de limpieza se interrumpe. “El resultado es que las toxinas se acumulan día tras día, hasta que terminan dañando de forma irreversible al cerebro”, explica Budson.
La buena noticia: se puede prevenir
Aunque la advertencia es seria, la ciencia también trae esperanza. Una investigación en Toronto y Chicago con personas genéticamente predispuestas al Alzheimer descubrió que dormir bien no solo reduce la probabilidad de desarrollar la enfermedad, sino también la formación de los “ovillos neurofibrilares”, otro sello patológico de este tipo de demencia.
En palabras de Budson: “Lo mejor es que usted mismo puede reducir el riesgo con una medida sencilla: garantizarse entre seis y ocho horas de sueño cada noche”.
Los especialistas recomiendan evitar las pastillas para dormir, pues no generan el descanso profundo que necesita el cerebro. En su lugar, sugieren métodos no farmacológicos como rutinas de sueño regulares, reducción de pantallas antes de dormir, ejercicio moderado y técnicas de relajación.
“Dormir no es una interrupción molesta entre las actividades del día: es una necesidad biológica para que el cerebro se mantenga sano”, concluye Budson. Y lo resume en una regla simple: cada noche, regálese entre seis y ocho horas de sueño. Su memoria, su salud y su futuro se lo agradecerán.


