ROMA.-El papa Francisco será dado de alta el próximo mañana domingo, tras cinco semanas internado en un hospital debido a una infección polimicrobiana que derivó en un caso de neumonía grave, informó este sábado el doctor del Vaticano que lo ha estado tratando.
El doctor Sergio Alfieri dijo que Francisco será dado de alta ya que su condición de salud es “estable desde hace, por lo menos, dos semanas”, aunque indicó que el sumo pontífice seguirá con un tratamiento por la vía oral y deberá estar en un periodo de reposo de “por lo menos dos meses”.
“Durante la recuperación se presentaron dos episodios muy críticos que pusieron en peligro la vida del santo padre, los cuales fueron atendidos con un tratamiento farmacológico, el oxígeno de alto flujo y la ventilación mecánica. El santo padre nunca fue intubado”, explicó Alfieri.
Por su parte, el doctor Luigi Carbone, médico de consulta de Francisco, explicó que “es difícil saber cuándo volverá a hablar con normalidad, pero esperemos que sea lo antes posible”. Además, Carbone aseguró que el riesgo de que se produzcan nuevas infecciones es el mismo que se tiene en cualquier paciente de 88 años.
El papado de Francisco
Durante su primer viaje al extranjero en 2013, el papa Francisco acaparó los titulares de la prensa cuando llevaba su propio maletín de cuero negro al embarcar en el chárter de Alitalia con destino a Brasil, ya que los papas nunca llevan maletas y hasta los años setenta ellos mismos eran transportados en tronos.
“Siempre he llevado una bolsa conmigo cuando viajo, es normal”, dijo en su primera conferencia de prensa como papa. “Debemos acostumbrarnos a la normalidad. A la normalidad de la vida”.
A lo largo de 12 años, Francisco ha tratado de imponer una especie de normalidad en el papado con su estilo informal y su desdén por lo lujoso, al tiempo que se asegura de seguir ejerciendo el impresionante poder que ostentan el vicario de Cristo en la Tierra y el último monarca absoluto de Europa.

La forma en que Francisco ha gestionado su hospitalización de cinco semanas por neumonía ha seguido su misma postura: ha permitido que el público siguiera los altibajos normales de un hombre de 88 años que lucha contra una compleja infección pulmonar a través de boletines médicos breves pero regulares, mientras seguía dirigiendo a distancia la Iglesia católica, que cuenta con 1,300 millones de fieles.
Francisco ha mantenido el control, a distancia
Entre crisis respiratorias, oraciones y fisioterapia, Francisco ha nombrado a más de una docena de obispos, ha aprobado un puñado de nuevos santos, ha autorizado una prórroga de tres años de su emblemático proceso de reforma y ha enviado mensajes públicos y privados. Cardenales vaticanos lo han sustituido en actos que requerían su presencia.
No es un equilibrio tan fácil como parece, ya que hay pocos cargos de poder que sean tan absolutos como el papado y, en tiempos de enfermedad, tan aparentemente frágiles. Según el derecho canónico de la Iglesia, el papa posee “la potestad ordinaria suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia”. No responde ante nadie más que ante Dios, y sus decisiones son inapelables.
Y aunque los papas no están sujetos a campañas de reelección o votos de censura, esencialmente deben sus puestos a los 120 hombres que los eligieron. Aunque esos mismos cardenales juran obediencia al papa, también acabarán eligiendo a su sucesor entre sus propias filas. No es de extrañar, por tanto, que desde que Francisco ingresó en el hospital Gemelli el 14 de febrero se hable constantemente en Roma de cónclaves, de aspirantes al papado y de los retos a los que se enfrenta el futuro papa.
Francisco es muy consciente de que cada vez que se pone enfermo se intensifican las conspiraciones para la elección del próximo papa, lo que contribuye a un cierto estatus de pato cojo a medida que envejece. “Algunos me querían muerto”, indicó tras su hospitalización de 2021, cuando se enteró de que ya se habían celebrado reuniones secretas para planificar el cónclave.
Sabe también que, incluso antes de su actual hospitalización, un cardenal anónimo había hecho circular un memorándum de siete puntos en el que se enumeraban las prioridades del próximo papa para corregir la “confusión, división y conflicto” sembrados por Francisco.
Pero no es tímido a la hora de mostrar su debilidad
Y, sin embargo, Francisco nunca ha sido tímido a la hora de mostrar sus debilidades, su edad o sus achaques de un modo que parece impensable para figuras públicas para las que cualquier signo de fragilidad puede amenazar su autoridad y socavar su agenda.
Además, a los pocos meses de ser elegido, Francisco se puso en contacto con un médico y periodista argentino, el Dr. Nelson Castro, y le propuso escribir un libro sobre la salud de los papas, él incluido.
“Mi hipótesis es que quería ante todo mostrarse como un ser humano”, señaló Castro en una entrevista. “Tendemos a ver a los papas como santos, pero la forma en que hablaba de sus enfermedades me mostró: “Soy como tú y como yo, expuesto a las enfermedades’”.
Francisco había leído y apreciado el anterior libro de Castro, La enfermedad del poder, sobre las dolencias que han aquejado a los dirigentes argentinos y cómo el propio poder les había afectado. Invitó a Castro a investigar y escribir sobre papas del pasado y sobre su propio caso bajo una luz similar y no terriblemente halagüeña.
La salud de los Papas se publicó en 2021. Castro aseveró que lo que más le sorprendió fue que Francisco no sólo reveló sus dolencias físicas, sino también sus problemas de salud mental cuando reveló que había acudido a un psiquiatra en tiempos en los que era provincial de los jesuitas durante la dictadura militar argentina en la década de 1970 para que le ayudara a sobrellevar el miedo y la ansiedad.
“El papa Francisco es un hombre de poder”, señaló Castro. “Sólo un hombre de poder, sintiéndose muy seguro de sí mismo, se atrevería a hablar de sus enfermedades tan abiertamente”.
El equilibrio de la fortaleza en la debilidad es muy jesuita
Para el reverendo John Cecero, provincial jesuita para el noreste de Estados Unidos de 2014 a 2020, la disposición de Francisco a mostrar sus debilidades mientras ejerce la autoridad suprema es coherente con su formación jesuita y la enseñanza bíblica de San Pablo de que “cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
“Una virtud principal por parte de todos en la práctica de la autoridad jesuita es la humildad”, indicó Cecero en una entrevista. “Por parte del jesuita individual (eso significa) pensar más allá de mi propio interés en el bien común”.
Y, sin embargo, los críticos de Francisco a menudo se quejan de que es autoritario, que toma decisiones en el vacío y sin tener en cuenta la ley, y ejerce el poder como un “papa dictador”, el título de un libro escrito por un crítico tradicionalista al principio del papado de Francisco.
Muchos recitan el chiste sobre la forma en que los superiores jesuitas ejercen el poder, que se supone que es un proceso de discernimiento conjunto entre el superior y el subordinado, pero, según el chiste, puede ser cualquier cosa menos eso: “Yo discierno, tú disciernes, nosotros discernimos… yo decido”.
Esos mismos críticos conservadores, por supuesto, han estado observando atentamente la hospitalización de Francisco y preguntándose si el final de su papado está cerca.
Incluso si está ausente y si tiene que reducir sus actividades públicas en el futuro, Francisco está todavía en el poder y dirigiendo la Iglesia, comentó Kurt Martens, un abogado canónico de la Universidad Católica de América.
Puede que esté ausente, pero sigue al mando
La desaparición de Francisco de la vista pública ha llevado a algunos a dudar de la autenticidad de la primera, y hasta ahora única, fotografía del papa publicada por el Vaticano desde su hospitalización. Fue tomada de espaldas y mostraba a Francisco rezando en su capilla privada del hospital, con el rostro oculto.
Avvenire, el periódico de la conferencia episcopal italiana, precisó que la foto no sólo era real, sino que mostraba a Francisco controlando la imagen que quiere que los fieles tengan del papado y la enfermedad. Él quiere que los espectadores no se centren en el espectáculo de un papa enfermo, sino en lo que en realidad debería importar más a un católico de todos modos.
“Si no podemos ver su rostro, lo que debemos mirar es precisamente aquello a lo que él mismo se enfrenta: el altar y el crucifijo”, insistió Avvenire.
Con información de The Associated Press


