Testimonio:
En 1985 era Ministro Consejero de la República Dominicana en Venezuela.
Me hacen Encargado de Negocios (Embajador Interino) por ausencia del Embajador Dr. Ramón Ledesma Pérez, enfermo y salió a Estados Unidos.
Me entero que tres adultos mayores (2 hombres y una mujer) muy deteriorados, por la edad y achaques de salud, eran descendientes directos de nuestro insigne Padre de la patria.
Entre los días 5 y 8 de cada mes, esos viejitos pasaban trabajo para subir a un 5 piso de un viejo edificio, ubicado en la Avenida Altamira, Caracas, con un viejo ascensor dañado. Ellos iban obligatoriamente a recibir una pensión que del Estado Dominicano que se les asignó desde la época de Trujillo.
Cuando chequeo la valija diplomática donde llegaban esos pagos, en cheques en dólares, la del personal y «algunas personalidades» observo lo siguiente:
3 cheques de US$8.00, US_10.00 y UD$12.00 dólares.
No contuve la ira y ví la injusticia de la maldita democracia nuestra. Había que llevarle a gentes extrañas, porque no iban a la Embajada ni siquiera a recibir sus lujosos salarios, mientras a esos tataranietos, con un color muy blanco y descoloridos, con sus pelos blancos en cana y expresión de miseria, eran humillados.
Preparé un expediente a cada uno, copia de sus credenciales, hice una carta al presidente de ese entonces Salvador Jorge Blanco, vía
el honesto y capaz Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, Dr. Enmanuel Esquea Guerrero.
Resultados:
Se asignó mediante decreto Presidencial \$150.00, \$200.00 y \$250.00 a cada uno de estos hijos genuinos de la patria, viviendo en extrema pobreza en Venezuela. Pero fuimos más lejos, le pusimos fecha atrasada a mi carta y se les pagaron 3 meses retroactivos en dólares a esa familia pura.
Hicimos un acto, el Dr. Gustavo Wisse Delgado, funcionario nuestro en la misión y Representante del Instituto Duartiano allí me ayudó.
Ojalá, cuando Venezuela recobra su libertad, pueda volver y chequear la destartalada y
abandonada casita de Juan Pablo Duarte y quién sabe, poder ver y abrazar algún descendiente de esta sacrificada y olvidada familia.
Gracias, Dr. Esquea Guerrero, anheló darle un abrazo fraterno.
Dios proteja a sus hijos honestos y serviciales. (Plinio De Oleo, Manchester, New Hampshire, EUA-16/12/25))»
