Breve historia
En los años 1980, Nelson Mandela estaba preso y humillado en cárceles inmundas de Sudáfrica, debido a los conflictos raciales y a la represión política en su país.
Su entonces esposa, Winnie Mandela, luchaba junto a su pueblo por su liberación.
Yo fui solidario y, desde el Santander Bank de Nueva York, EUA, con una humilde cuenta, aportaba 20 dólares mensuales a la causa.
Esto lo hacía a petición de Héctor Aristy, exiliado y muy allegado a mí, al igual que el expresidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez (de ambos fui asistente). Ambos eran, al igual que Peña Gómez, internacionalistas.
Cuando Carlos Andrés Pérez fue derrotado y se refugió en la República Dominicana, recibió un día una llamada desde Sudáfrica.
Carlos Andrés Pérez, que no olvidaba nada, le dijo a Mandela: “Mira, aquí hay un morenito como tú, más claro que Peña Gómez, y creo que fue un dominicanito quien ayudó a Winnie con modestos aportes”.
Dio mi nombre y Mandela confirmó que yo estaba registrado en un libro histórico de solidaridad.
Yo lo saludé brevemente en inglés y le dije que era vecino de Haití y que había sido cónsul allí en 1983.
Mandela ofreció a CAP algunos regalos y asistencia para el presidente Jean-Bertrand Aristide, quien gobernaba Haití y a quien el presidente Carlos Andrés Pérez evitó que asesinaran durante el famoso golpe de Estado.
Unos dos meses después, llegaron a las Aduanas de la República Dominicana dos grandes furgones con donativos para Haití y pertenencias personales de CAP.
Yo salí premiado con una mesa con patas de leones o tigres africanos disecados, una joya y varias cajas de vino.
La Dirección General de Aduanas era dirigida con eficiencia y honestidad por Miguel Coco, y el periodista Julio Martínez Pozo fue el canal discreto para entregarnos los furgones y reenviar su contenido por vía terrestre a Haití.
La sorpresa
En una de las cajas había auyamas de color amarillo, verde y rosado, además de fundas con semillas secas para sembrarlas en Haití.
Convencí al enérgico líder latinoamericano CAP, a quien serví como asistente, junto al mayor ERD Arnaldo Díaz Olivero (hoy coronel, muy honesto y leal), su asistente militar, y el Dr. Danilo A. Feliz, y nos fuimos a mi región de origen, San Juan.
Visitamos la Gobernación Provincial y coincidimos con un mini consejo de gobierno encabezado por el entonces presidente Hipólito Mejía. El Ing. Farub Arbaje, gobernador, nos dio la bienvenida; el pueblo vitoreó y abrazó a ese venerado venezolano.
Bajamos a Pedro Corto, Las Matas de Farfán y El Cercado. En esa ruta hacíamos breves paradas y entregué sobrecitos con semillas secas para la siembra de las famosas auyamas al ing. agrón. Salvador De Oleo; al agrón. Reynaldo de los Santos Solís (Tito) y a Morillo Vicente (ambos fallecidos).
Luego continuamos hacia Comendador. En Matayaya, el general retirado Bartolo Lebrón recibió porciones y las distribuyó a Chago Angomas, al prof. Federico de la Rosa y a José Benito (Mata Gallo), ciudadanos honestos, luchadores sociales y productores agrícolas de Bánica y Pedro Santana. Igualmente recibió sobres con semillas el ing. agrón. Miguel Ramírez Lugo.
Fue un milagro de la naturaleza: gracias a la polinización, se multiplicaron las auyamas de África en nuestra frontera, llegando a ser incluso exportables, con fama de ser excelentes para la alimentación y con propiedades medicinales. Combaten el cáncer y sus semillas tienen múltiples usos. Son productos orgánicos, sin agroquímicos.
¡Pura salud!
¡Viva la solidaridad y la cooperación internacional!
Vivan eternamente Nelson Mandela, Premio Nobel de la Paz y presidente de Sudáfrica.


